Una historia que te enamora tanto por su sencillez como por su profundidad, ya que es un drama que no cansa mental ni psicológicamente pero que plantea cuestiones que se nos suelen presentar a las personas cuando andamos analizando la vida.
La trama empieza girando al rededor de Paloma, una niña de 11 años que a medida que fue creciendo, de la mano de su curiosidad y su inteligencia fue sintiéndose incomprendida (no-comprendida: que no forma parte de) por la familia. Le encanta filmar todo y narrar lo que ve, agregándole su punto de vista, demasiado profundo (y acertado) para una niña de su edad. Le gusta esconderse para que no la molesten, pero se le hace cada vez más difícil en el departamento pues su madre termina encontrándola (y fastidiándola).
Luego la historia comienza a girar al rededor de dos personas más, que aparecen por casualidad en la vida de Paloma: un nuevo vecino japonés, agradable y culto, y la portera del edificio, una mujer mayor, solitaria y muy arisca. Paloma y Kakuro tienen algo en común, un ojo y un oído muy agudo, y una manera muy sutil de medir las cosas. Ambos descubren por pequeños detalles que detrás de la puerta de la portera (Renée) hay muchísimo más que una mujer pseudo-obsoleta.
En este escenario se desarrollan diálogos y momentos muy gratos, se muestran sentimientos comunes desarrollados en tres personalidades diferentes (la de la niñez, la de la madurez masculina oriental, y la de la dejadez de la mujer adulta) y además está enmarcado en una banda de sonido muy sencilla y encantadora, característico del cine de este país.
... y con un final muy interesante.
Realmente vale la pena conocer a estos tres personajes que nos presenta Mona Achache (su directora) de una forma excelentemente lograda.
Vean el trailer;
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